domingo, 30 de marzo de 2014

Siempre Andrés


Los futbolistas de valor son los que aparecen en los momentos decisivos. Cuando los demás tiritan y se tapan, ellos llaman al balón, lo agarran y no lo sueltan hasta el abrazo final. En estos instantes de temblor, principio de náuseas y sudor frío se deciden campeonatos. Messi e Iniesta, aparte de embrujar rivales semanalmente, protagonizan las situaciones de riesgo y resolución sin excepción. Caminan despertando incertidumbre en los dos bandos y su apariencia es inofensiva, hasta que reciben el balón. Aceleran y tejen, desbaratan y deciden. Andrés y Leo.

El título me obliga a centrarme sólo en uno de ellos, y allá voy. Su pueblo es el más famoso de España y el movimiento de sus botas nos regaló un Mundial, una Eurocopa y silenció Stamford Bridge enloqueciendo a Guardiola. El hombre al que relacionarías con cualquier profesión excepto con la de futbolista. Tan sencillo que acaba por no serlo. Tan tranquilo que terminó pálido. De la escuela del balón pegado al pie, arrebatarle el cuero es imposible, hasta los de Adidas lo piensan.

A la derecha, Iniesta con el FCBarcelona,  jugando como interior zurdo.
A la izquierda, Iniesta con la Roja, esta vez de extremo zurdo, con muchas diagonales hacia el interior.

Exquisito técnicamente, su conducción es cálida e incita a la magia. Asiste con su bonanza crónica y se asocia incluso con el banderín de córner. No atesora gran capacidad goleadora, pero sus tantos son oro, por su belleza o importancia. Puede pasar por períodos poco eficientes, pero Andrés siempre aparecerá en las grandes fechas. Gracias a su contribución y la pésima gestión del Madrí para las situaciones de 2 contra 1 ante sus laterales, el Barça volvió a recuperar a tramos la esencia de Pep. El incondicional socio de Messi. El dulce Iniesta.

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