lunes, 17 de marzo de 2014

Buscando a Abdel


Por sorpresa, sin avisar, Abdel Barrada llegó a nuestras vidas. Y de la misma manera, desapareció. Sabemos que nació en un remoto barrio francés, aunque su corazón es marroquí, como su familia. De escaso poder económico, se curtió en suburbios que chocaban con la otra dimensión parisina. Brotó en la calle su pasión por el fútbol y allí comenzó a despuntar. Recaló en la escuela del París Saint-Germain, donde se formó durante 3 años, demostrando su talento y bella expresión con los pies. Su inapetencia por probar en las ligas menores de Francia le llevó a partir hacia España, como cualquier inmigrante magrebí.
Un buen día, Abdelaziz Barrada, acompañado de un amigo y un par de botas, visitó las instalaciones del Getafe. Su tremendo desparpajo, facilidad para el desequilibrio y gol, convencieron al cuerpo técnico y no dudaron en firmarle.

Mientras Ángel Torres presumía de su diamante sin escrutar, Luis García avanzaba con Abdel a velocidad de vértigo. Como un joven aprendiz de idiomas, el marroquí lo absorbía todo y no paraba de progresar. Debutó a los 22 años en Primera División, cohibido y manipulado por los nervios, siendo un perfecto desconocido. La barrera idiomática y sus fuertes convicciones religiosas le dificultaron la aclimatación al grupo, pero Peter Luccin y Medhi Lacen hicieron de padrinos hasta desligarle de su timidez. Agarró confianza y Abdel estalló, convirtiéndose en el hombre más brillante del Getafe desde el 2011 al 2013. Un mediapunta con clase, gol, desborde, ofrecía espectáculo y embelesaba. Todo hacía indicar que Barrada lograría grandes cosas.

Barrada en el Getafe 4-2-3-1

Se hablaba de un posible interés del Arsenal, ficticio o real, y su salida en verano era una evidencia. Su destino final nos descolocó... el Al-Jazira, de los Emiratos Árabes. Impactó y decepcionó, sin hacer ruido ni provocar estruendos. Prefirió el dinero a la gloria futbolística con tan solo 24 años. Quizás fue el más listo y quiso regalar a su familia y seres queridos una vida de lujo, compensando su pobreza inicial. O quizás se arrepienta del no haber palpado la cima cuando tenía opciones. Nadie sabe si volverá ni con que fuerza lo haría. Aunque sé de un equipo que le llora, extraña y le aceptaría siempre.


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