sábado, 17 de mayo de 2014

El Sevilla alcanza la gloria y alarga la maldición benfiquista


Corría el año 1962 y un hombre llamado Béla Guttmann decía enfadado que el Benfica no ganaría otro título europeo en 100 años sin él en el cargo. Aquel hombre había sido y aún es el entrenador más exitoso de la historia de cualquier club portugués, y en un intento de conseguir un aumento de sueldo, obtuvo el despido immediato. Por aquel entonces, sus palabras enrabietadas no fueron tomadas en serio, pero 52 años después de aquella escena, y tras haber perdido hasta ocho finales en competiciones continentales, cualquier aficionado recuerda el nombre de un señor que, un día, decidió decir unas palabras que han quedado para la posteridad en las mentes de todos los benfiquistas. Y también, por qué no decirlo, de un Sevilla que puso la guinda a la temporada ganando la Europa League a los maldecidos, y que supo aprovechar al máximo sus posibilidades para alzarse con el trofeo, como ya hizo en anteriores eliminatorias en las que remontó contra Betis, Porto o Valencia, cuando, algo guiados por la suerte, obraron el milagro y se plantaron a Turín para alcanzar la gloria por tercera vez en su historia, juntándose así con los más grandes clubes de la historia del fútbol del viejo continente.


Onces del encuentro

Pero el Sevilla no lo tuvo fácil, ni muchísimo menos. Delante tenía un gran equipo que, pese a llegar mermado por las bajas, partía para muchos como favorito para ganar la gran final. De hecho, fueron ellos quienes dominaron el partido más tiempo. El planteamiento de Jorge Jesús era bueno: formados en un 4-2-3-1 algo peculiar, intentaron presionar arriba para dificultar una salida de balón en la que Rakitic no tuvo demasiada participación debido a su avanzada posición en el campo e intentar robar rápido arriba para llegar con bastantes hombres al área contraria. Por ello, asentaron las bases en un improvisado doble pivote formado por Rúben Amorim y  André Gomes, que intentaba suplir la baja de Enzo Pérez y donde el primero se mostraba más reservado y se metía entre los centrales para la salida de balón y el segundo se liberaba mucho más en ataque y subía con bastante frecuencia. En ambas bandas, aparecieron Gaitán y Sulejmani en detrimento de Markovic, que fue expulsado en la vuelta de las semifinales ante la Juventus. En este caso, ambos jugadores hicieron trabajo de presión sin balón y profundidad en ataque, por lo que se les pidió dominar toda su zona.  En el centro de la ofensiva, aparecían como nos tienen habituados Lima y Rodrigo. El español se situó por detrás del brasileño, intentando crear espacio en la zona de tres cuartos, pero se vieron bastante anulados por parte de los centrales sevillistas, quienes estuvieron muy bien ordenados y atentos, y no dejaron espacios a los jugadores de ataque benfiquistas.

Ambos equipos cuando el Sevilla jugaba en posiciones atrasadas. Ésta era la tónica del partido.























Más avanzados, aparecían dos jugadores más destructivos que constructivos, como son Carriço y M’Bia, lo que provocó bastantes dificultades en la salida y un rol mucho más box to box de Rakitic, lo que le desgastó bastante, aunque ciertamente no tuvo una actuación demasiado destacada. En bandas, buscaron la velocidad con Reyes y Vitolo para salir peligrosamente en contras y atacar a los laterales, que eran bastante ofensivos, y arriba estuvo, como de costumbre, Carlos Bacca. 

Una de las cosas buenas qué sacar de tener a Rakitic tan arriba fue el peligro que generó buscando el espacio a la espalda de dos mediocentros que no supieron cerrar bien las líneas. Incluso tuvo que aprovecharlo más el croata.

Pero la posesión del partido y específicamente durante la primera parte no estuvo tan desigualada. De hecho, las estadísticas nos indican que los portugueses tuvieron el balón solo en el 52% de los minutos jugados, lo que puede sorprender, pero lo cierto es que las águilas rojas tuvieron más ideas con la pelota controlada que los nervionenses, y supieron llevar la iniciativa bastante bien para incomodar con asiduidad a la defensa rival. Ahí estuvo espléndido Nico Pareja. El que para mí fue el mejor jugador del partido consiguió anular la peligrosa dupla que formaron los dos Rodrigos, ya fuese yendo al corte o esperando a que se superasen todas las líneas para quedarse como último hombre y salir entonces al cruce. En ambos casos, se compenetró a la perfección con Fazio, y ambos pudieron repeler muchas de las aproximaciones de los jugadores encarnados a la portería de Beto, cosa que aupó a sus compañeros para coger confianza de cara a lo que vino de partido. 

En todo caso, lo que se le recriminó a los blanquirrojos durante el partido fue su planitud a la hora de jugar el balón. A la hora de tener el control, solo manejaron el esférico los dos centrales, muy horizontalmente, hasta que encontraban un espacio -siempre por delante de los mediocentros, es decir, que se saltaban algunas líneas- para enviar un balón allí. Pero era entonces cuando los contrincantes robaban rápido y salían a la contra con muchos hombres, buscando los espacios a la espalda de la defensa andaluza.


Los gráficos nos muestran que el Benfica tuvo mucha más
participación en área contraria que el Sevilla.

Al principio de la segunda parte, el partido siguió igual, o incluso se decantó aún más hacia el bando benfiquista. Los lisboetas tuvieron un par de ocasiones muy claras en los primeros cinco minutos, que de no ser otra vez del buen cierre de espacios de Pareja, hubieran cambiado el transcurso del encuentro. Pero no lo hicieron, y después de desviar las ofensivas del rival, el Sevilla se creció y se proyectó más valiente hacia la portería contraria. Lo consiguieron alguna vez, pero en ninguna de ellas estuvieron lo suficientemente acertados como para inquietar excesivamente a Oblak, y el resultado no se movió.

El Benfica robó mucho y en campo contrario, lo que les permitió
salir a la contra con peligro y pillar desprevenida a la defensa del Sevilla.


Tampoco lo hizo demasiado el banquillo: en los segundos 45 minutos, solo ingresó al campo Marko Marin, quien tuvo una actuación testimonial, ya que tan solo jugó 26 minutos, pues fue cambiado antes de que acabase la primera mitad de la prórroga. Pero en estos instantes con el alemán en el campo, vimos algo bastante destacable: se colocó como mediapunta, igual que Rakitic, y dejó el extremo izquierdo, que hasta entonces ocupaba Reyes, vacío. Lo que buscó Emery con esto fue encontrar superioridad en el centro del ataque, para después buscar la banda derecha, donde estaba un Vitolo que se sacrificó mucho durante todo el enfrentamiento. Otra opción fue dejar la banda izquierda solitaria para después atacarla con alguien del medio y crear equilibrio en ataque, desconcertando a la defensa rival.

Una de las claves del Sevilla con Marin fue ésta. No le gustó a Emery, y volvió a cambiar. 

La táctica no convenció a Unai y volvió a sacar a Marin. En su lugar entró Gameiro, lo que provocó un cambio en la formación: el equipo pasó de formar un 4-2-3-1 con el inciso que comentábamos antes a colocarse en un 4-2-2-2 bastante claro. Escoltando a dos puntas como Bacca y el francés, estaban Vitolo y Rakitic, que cayó un poco a banda, para después internarse desde allí y volver a buscar la espalda de los medios.

Exactamente lo mismo hizo el Benfica: entró un delantero centro como Cardozo en lugar de Siqueira, que estaba actuando como lateral izquierdo. Esto hizo que Maxi Pereira volviera a retrasar su posición, que Rodrigo cayera a banda izquierda y que se pasara a jugar con dos referencias: Lima y Cardozo, quedando así un 4-2-2-2, en el que posteriormente apareció Cavaleiro en lugar de Nico Gaitán para crear más desequilibrio en los últimos metros, lo que intentó contrastar el Sevilla colocando un doble lateral, como ya había hecho su contrincante en la primera mitad, ya que Vitolo se fue del campo para dar entrada a Diogo Figueiras, que muchas veces forma parte de la línea defensiva. Pero desde mi punto de vista, Jorge Jesús erró en el cambio, ya que fue 2 minutos antes de los penaltis, y Nico Gaitán es un seguro desde los once metros. En todo caso, al final, los dos equipos parecían dar por válida la tanda de penaltis, al igual que habían hecho al final de los 90 minutos, cuando ninguno de los dos quiso arriesgar y los dos entrenadores pensaban ya en la prórroga.

Así acabaron el partido ambos conjuntos.

Y se llegó a los penaltis. El partido acabó en penaltis, lo que para muchos es una lotería, pero en lo que juegan muchos factores. Y la tanda acabó como todos sabemos: Beto paró dos veces y volvió a ser decisivo para su equipo. Ningún jugador sevillista falló en su deber y acabaron extasiados de alegría. Se habían convertido en campeones. Habían obrado algo inesperado cuando se clasificaron como octavos para una competición que parecía entonces muy difícil. Tocaban la gloria. Otra vez. Y desde quién sabe dónde, un hombre llamado Béla sonreía y pensaba que esto, con él, no pasaba.

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