sábado, 8 de marzo de 2014

Los años dorados de la "azzurra"

Europa recibía la década de los treinta azotada por la gran crisis económica producida por el llamado crack del 29. Está crítica situación económica produciría un nuevo terremoto de los principales pilares del estado liberal y de la democracia. Los imperios nacionalistas comenzaban a levantarse. Mucho antes de que Hitler iniciara su tercer Reich en Alemania, los tentáculos de su homólogo italiano, Benito Mussolini, controlaban ya todos los aspectos de la sociedad italiana. La exaltación de una idea de raza única, de la figura del líder y del terror fueron las bases del régimen de “Il Duce”. Además de todo lo anteriormente comentado, el deporte, en este caso el fútbol, jugó un papel muy destacado en la exaltación del nacionalismo.
Mussolini
Mussolini en el palco principal del estadio en el Mundial de Italia 1934 (vía blogs.elespectador.com)




Italia fue designada como la nación donde se celebraría la segunda copa del mundo de fútbol, el trofeo antes conocido con el nombre de su promotor, Jules Rimet. Como era de esperar, Mussolini consideró prioritaria la victoria de Italia en la competición, con la intención de que todo el mundo presenciara su nación, la identificación de la sociedad con el equipo nacional y la unión de su patria. La situación política y la consigna del terror de Mussolini influirían en la competición. Dicha repercusión se produjo por dos factores: la nacionalización de varios jugadores de garantías, como los argentinos Luis Monti, Raimundo Orsi, Enrique Guaita, Demaria o el brasileño Anfilogino Guarisi y a través de la presión sobre los árbitros mediante amenazas de todo tipo, como se podrá observar en el partido de cuartos de final contra España.
La competición estaría algo descafeinada por la ausencia de algunas selecciones americanas, como la por entonces actual campeona del mundo Uruguay. Esto se debió como respuesta de las selecciones americanas al boicot llevado a cabo por las selecciones europeas en la primera entrega del trofeo celebrado en tierras uruguayas. A priori, el cuadro había sido duro con los transalpinos, encuadrándolos con selecciones de gran nivel como una Hungría que iría a más, la difícil Austria de entonces y que quedaría cuarta clasificada, una Brasil que no era aun lo que será posteriormente y una rocosa España.
saludo fascista italia 34
Selección italiana vistiendo de negro y realizando el saludo fascista en el partido de cuartos del mundial 1938
El combinado español, dirigido por García Salazar, eliminaría a Brasil en octavos – recordemos que aún no había formato de liguillas, se comenzaba desde octavos en formato eliminatoria – por un contundente tres a uno. Italia hizo lo propio con el combinado estadounidense, pero de forma más rotunda. La selección dirigida por Vittorio Pozzo comenzaba la competición goleando por siete goles a uno a Estados Unidos. Una selección transalpina que contaba en portería con Combi, en defensa con los férreos Monzeglio y Allemandi, con Luis Monti, Bertolini y Ferraris en el medio, pero con capacidad de llegada; y arriba con Guaita, Meazza, Schiavio, Ferrari y Raimundo Orsi. Todos ellos poseían un gran compromiso defensivo, pero a la vez una gran rapidez en las jugadas atacantes. Las transiciones solían ser muy rápidas, llevadas sobre todo por Giuseppe Meazza y culminadas por los contundentes Schiavio, Ferrari u Orsi.
Así se presentó Italia en su copa del mundo, con un equipo muy equilibrado en todas sus líneas y con una gran capacidad para contragolpear. Tras vencer a Estados Unidos sin ningún tipo de apuros, en cuartos esperaba una rocosa España donde podíamos encontrar a jugadores destacados en todas sus líneas, como el portero Ricardo Zamora, el defensor Jacinto Quincoces, Iraragorri o Gorostiza. El Estadio Giovanni Berta de Florencia acogió un partido que pasará a la historia y que será el inicio de una gran rivalidad entre estas dos selecciones.
Vittorio Pozzo
Vittorio Pozzo consiguió dos trofeos Jules Rimet y un oro olímpico.
El encuentro fue muy igualado, pese a que el árbitro actuó muy condicionado por la presión local. El colegiado suizo, Luis Baert, permitió un juego muy duro por parte de los italianos, que se saldó con varias lesiones en el combinado español. Pese a que la selección transalpina se vio bastante favorecida por el arbitraje, el partido quedó empate a uno, teniéndose que jugar  uno  de desempate. La selección española acudió con hasta siete bajas y algunos jugadores tocados por el partido anterior, que debido a su dureza e igualdad sería calificado como “La batalla de Florencia”. Los de Vittorio Pozzo se impusieron a España por un solitario gol, contando con varias novedades en el once respecto al partido anterior. En semifinales esperaba la fuerte Austria, que había eliminado a Hungría en cuartos.
Italia se impuso también a los austriacos de forma clara en el juego. El guardameta austriaco Platzer evitó en numerosas ocasiones que los suyos recibieran una mayor cantidad de goles. El gol del nacionalizado Guaita valía para que Italia se clasificara para la final de la copa del mundo en su país. En la otra semifinal Checoslovaquia se impuso de forma clara ante Alemania por tres goles a uno con una gran actuación del delantero Nejedly que anotó los tres goles de su equipo.
Vittorio Pozzo puso en liza un 2-3-5 que formaron Combi; Monzeglio, Allemandi; Ferraris, Monti, Bertolini; Guaita, Meazza, Schiavio, Ferrari y Orsi. Schiavio ocupo la posición de nueve puro, con poca movilidad. Esa movilidad ya la aportaban Meazza y Ferrari, por dentro y Orsi y Guaita por los costados. “Il Duce” asistió al Estadio Nacional de Roma para presenciar una victoria de su selección y el fervor nacionalista en la grada. El encuentro fue disputado con una Checoslavaquia que vendería muy cara su derrota pese a ser víctima de otro arbitraje cuanto menos polémico.
once de italia final 34once chekoslovaquia final 34
Fue recién entrado el último cuarto de hora de partido cuando Puc, hombre de banda derecha, anotó el gol que colocaba a Checosovaquia por delante con poco tiempo de reacción para la escuadra italiana. Una victoria ante esas condiciones tan desfavorables generaría en el público un júbilo desmedido. El mundo presenció la primera victoria a la italiana de la historia. Corría el minuto ochenta y uno de partido cuando Raimundo Orsi puso el empate llegando desde la derecha. En los minutos de descuento, Angelo Schiavio culminó la agónica remontada italiana para deleite del estadio. Italia se convertía en la segunda selección campeona del mundo y Mussolini veía cumplido su deseo de mostrar el fervor nacionalista italiano a todo el mundo.
Schiavio anota el gol de la final del 34
Angelo Schiavio anota el gol de la victoria que significa el primer mundial para Italia.
Más allá de las polémicas arbitrales, Italia se convirtió en la selección más potente del mundo. Tras el éxito mundialista, hizo su aparición otro gran jugador que sería de gran importancia para los italianos, Silvio Piola. La combinación de grandes jugadores y de una presión inusual por ganar para agradar al Duce formó un equipo insaciable. El manejo del vestuario por parte de Vittorio Pozzo fue otro factor fundamental para entender los éxitos de este equipo. Los jugadores destacaban su humanidad y su sabiduría futbolística adquirida en tierras inglesas.
Pozzo supo trasladar el ambiente de preponderancia del país a su selección, como demostró también con la selección amateur, con la que consiguió el oro en las olimpiadas celebradas en Alemania en 1936. La final le enfrentó a Austria, a la que había derrotado un año antes con la selección absoluta con una gran actuación de Piola que marcó dos goles. El partido se resolvió con dos goles de Frossi, aunque Austria siempre tuvo posibilidades gracias al gol de Kainberger. Así Italia llegaba al mundial de Francia 1938 siendo campeona del mundo y olímpica.
juegos olímpicos 36
Final de los J.J.O.O. Alemania 1936 contra Austria
Encontramos una Europa que caminaba hacia la segunda guerra mundial. Francia – que será uno de los países aliados en dicha contienda – fue seleccionada como sede de la competición, sobre todo por la influencia de Jules Rimet, francés de nacimiento. Las selecciones sudamericanas no acudieron a la cita, a excepción de Brasil y Cuba, como motivo de protesta por no celebrarse el mundial en territorio sudamericano. Otra de las ausentes fue la potente Austria, debido a la política expansionista de Hitler, el Anschluss. Fue una fiesta del deporte celebrada entre conflictos bélicos, pactos secretos y formación de los bandos de la inminente guerra.
La selección italiana fue emparejada con Noruega en octavos de final, a la cual derrotó con algunos apuros. El encuentro acabó con empate a uno en el marcador, lo que derivó en prórroga. Recién comenzado el tiempo extra, Silvio Piola hizo bueno el gol inicial de Colaussi y dio el pase a cuartos con su gol. Francia venció a Bélgica y se enfrentaría a la actual campeona en cuartos de final. La rivalidad de estos dos conjuntos ya venía de años atrás. Francia fue la primera selección a la que Italia se enfrentó de manera profesional y a la que derrotó por seis goles a dos en Milán.
Mismos goleadores, distinto resultado. Colaussi volvió a abrir la lata, pero un minuto después Francia empató por medio de Heisserer. Llegada la segunda parte, Piola volvió a ser el héroe italiano al anotar dos goles, dando de nuevo el pase a la siguiente ronda.  Brasil derrotó a Checoslovaquia – finalista en Italia 1934 – por dos a uno consiguiendo llegar a semifinales. Los de Vittorio Pozzo poseían novedades en su once con respecto al anterior mundial, sobre todo en defensa, donde Foni y Rava eran ahora los encargados de defender la portería de Olivieri. En el medio se daban cita Serantoni, Andreolo y Locatelli. Para finalizar, en la parcela ofensiva podíamos encontrar a Biavatti y Colaussi en banda, a Meazza y Ferrari como interiores y al gran Piola como hombre más adelantado.
Desplegando un juego muy similar al practicado en la anterior copa del mundo – basado en la salida rápida al contragolpe y una sólida defensa – vencieron a Brasil por un ajustado dos a uno. Una Brasil que no alineó a su hombre más importante, Leônidas Da Silva, que a la postré será el máximo goleador del torneo. Colaussi abrió el marcador por tercer partido consecutivo, labor muy destacable, y Meazza puso la puntilla de penalti. Tan solo un tardío gol de Roméu puso algo de emoción a los minutos finales. Italia conseguía llegar de nuevo a las semifinales, ahora sin polémicas arbitrales ni sucesos extraños. Lo hizo por méritos propios, con un Colaussi que, pese a jugar muy escorado, fue vital en el aspecto goleador y con un joven Piola en estado de gracia.
Hungría, liderada por Gyula Zsengellér y György Sárosi, comenzaba a dar señas de lo que  años después sería, la mejor selección del mundo con un juego atractivo y aplastante. Los hombres de Alfred Schaffer, su entrenador, llegaban a la final tras haber dejado en el camino a las Indias Orientales Holandesas, a Suiza y a Suecia; habiendo encajado tan solo un gol y marcando trece en tres partidos. La codicia deportiva de Mussolini era ilimitada. Pese a los éxitos recientes de su selección, se negaba ver perder al combinado nacional y se lo hizo saber a Vittorio Pozzo con el siguiente telegrama: “Vincere o moriré” (Vencer o morir). El aliciente de vencer en la final a una selección que representaba un país dominado por el comunismo reforzaría su postura de rechazo hacia esa ideología.
Hungría del 38Italia-final-mundial-1938
La final tuvo un comienzo con goles, característico en los encuentros de esta época por la dificultad de los jugadores de adaptarse al entramado táctico de sus entrenadores. Como no podía ser de otra manera Colaussi fue el primer goleador del partido, rematando un centro desde la derecha ganando la espalda de la defensa rival tras una gran contra italiana. La alegría duro poco, ya que Titkos empataba tras una jugada embarullada en el área italiana. La defensa italiana no acertó a despejar y Titkos, desde la derecha, puso el empate a uno con su zurda. El empate de Hungría desencadenó una gran presión italiana a los Polgar, Biro, Szalay, Szucs y Lazar; lo que se tradujo en varias pérdidas por parte de Hungría y en goles italianos.
Pasado el primer cuarto de hora de juego, una jugada, que en directo puede parecer un rondo cualquiera de un entrenamiento, acabó con el gol de Piola, que ponía de nuevo a Italia por delante. Los delanteros italianos tuvieron varias posibilidades de disparo, pero al final fue Piola, a pase de Meazza,  el que anotó  el gol. El guardameta húngaro Szabo y el palo consiguieron salvar el tercero de Italia, que no tardaría en llegar. Otra vez la defensa húngara descolocada y un gran pase desde campo italiano fue aprovechado por la velocidad de Colaussi para marcar su segundo gol y el tercero de Italia en el partido. El encuentro se fue al descanso con Italia ganando tres a uno y siendo superior en el juego.
La suficiencia italiana y el marcador a favor llevaron al relajo transalpino, lo cual fue aprovechado por los de Schaffer para poner la emoción con el tres a dos. Fue a través de una gran acción técnica de Sarosi, que logró salvar la marca de los defensores italianos y superar a Olivieri. Pozzo vio peligrar la victoria, por lo que arengó a los suyos para que realizaran un último esfuerzo. Szabo volvió a trabajar a destajo y a salvar a su selección de una goleada, pero no pudo salvar el cuarto y último gol del partido. Biavati realizó una jugada por la derecha llegando hasta línea de fondo y poniendo el pase atrás. Piola hizo el cuarto ajustando el balón a la derecha de Szabo. Meazza levantó la copa Jules Rimet que acreditaba a Italia como campeona del mundo por segunda vez consecutiva.
italia_1938
Vittorio Pozzo levanta su segunda copa del mundo junto con su plantilla
La gran generación de futbolistas italianos de esta década no volvería a participar en una copa del mundo por el estallido de la segunda guerra mundial, que pospondrá esta competición hasta Brasil 1950. Fue en los años treinta donde Italia se convirtió en la potencia futbolística a nivel de selecciones que conocemos hoy día. Fue la primera gran selección a batir de todos los tiempos, siendo también la primera en conseguir dos copas del mundo de manera consecutiva. Una generación de futbolistas geniales liderados por un entrenador, que aunaba capacidad moral y táctica, a la que una guerra impidió seguir brillando. La pregunta es clara ¿Sería Italia la selección más laureada del mundo si esa generación hubiese disfrutado de continuidad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario